El matrimonio y la sociedad: análisis a las visiones en torno a la persona humana.

7 04 2011

A muchos les habrá pasado inadvertida esta noticia, otros tantos no pudimos evitar sentirnos decepcionados al respecto, y es que semanas atrás en el Senado de la República se aprobaba por unanimidad la despenalización del adulterio, iniciativa que en 2007 había sido presentada por el diputado federal del Partido Nueva Alianza, Jorge Kawaghi.

Esta aprobación se sumó a las recientes reformas al artículo primero de la Constitución y previamente a la aprobación de las uniones homosexuales y la despenalización del aborto. Todas estas reformas “progresistas” tienen algo en común, y es que constituyen un ataque artero a la institución familiar, y un tras tocamiento a los valores y convicciones que tiene la sociedad mexicana en torno a la familia y el respeto a la vida por aquellos quienes se dicen nuestros “representantes”.

La decepción recae principalmente hacia los diputados y senadores del PAN, de quienes se esperaba una reacción ante estas reformas, pero que al final quedaron como tibios espectadores para el caso de la despenalización del aborto, y más claramente como cómplices para el caso de las uniones homosexuales, las reformas al artículo primero y, recientemente, la despenalización del adulterio. Para tener un análisis más profundo de esta situación, Gerardo Garibay Camarena, amigo mío y excelente analista de la realidad socio-política, escribió al respecto el artículo “El evangelio de los hipócritas”, y acertadamente puso los puntos sobre las “íes” reflejando lo que muchos ciudadanos pensamos: ¿Qué sentido tiene entonces darles nuestro voto, creyendo que se rigen por valores cristianos y de respeto a la dignidad humana, si una vez sentados en su curul nos dan la puñalada por la espalda al apoyar leyes que van en primer lugar en contra de los principios de la sociedad, y en segundo, en contra de sus principios partidistas? Por lo que recomiendo ampliamente su columna Sin Medias Tintas (www.sinmediastintas.org)[1]

Sin embargo, para poder contextualizar debidamente toda esta serie de sucesos, y constituir por nuestros medios una base en la cual podamos sustentar desde nuestra trinchera la defensa del derecho a la vida y el respeto a la institución familiar, debemos entender las diversas visiones acerca del hombre que existen y que han dado lugar a este tipo de reformas, y tomar también en cuenta la visión acerca del hombre que tiene la Iglesia Católica, para saber las diferencias existentes en los enfoques de quienes están elaborando las leyes con respecto a quienes profesamos el catolicismo. Se citarán a continuación algunas corrientes de pensamiento en torno al individuo.

  • Jean Jacques Rousseau.- Sostiene que el individuo nace inocente y bueno, es decir, la naturaleza es pura en su comienzo, pero es la sociedad, el resto de los hombres lo que corrompe al individuo. Un niño cuando nace es bueno; los malos son los mayores, por tanto, no debe corregirse. De esta corriente surgen muchas ideologías no directivas en psicología y pedagogía. Si la sociedad corrompe al individuo, entonces la sociedad no tiene que influir sobre él; más vale que los padres y los maestros les dejen tranquilos y no los contaminen con doctrinas humanas, y de acuerdo con las psicologías y pedagogías permisivas, al niño no hay que corregirlo sino que hay que dejarlo que siga su espontaneidad porque él es bueno y los mayores  no tienen que arruinarlo.  Esta visión se emparenta con lo que siglos después afirmara Jean Paul Sartre: “El infierno son los demás”. ¿Qué consecuencias trae esta corriente a la visión del matrimonio? Que se llegue a pensar que la culpa la tiene el otro, es decir, un “ping-pong” de culpabilización y acusaciones.  Trae consigo además la idea de la supresión de toda educación en aras de la “libertad absoluta” del individuo.[2]
  • Sigmund Freud.- él afirmaba que la naturaleza humana es buena, pero sostiene que el hombre no puede hacer nada contra sus impulsos, sólo le resta dejarse conducir por ellos. De esta corriente en particular surgen muchas inculpaciones contra el cristianismo y la Iglesia Católica, puesto que  le asigna el papel de “represora”, de tal forma que es común en psicólogos seguidores de esta corriente la afirmación de que “no hay que reprimir los instintos”, “hay que dejarse llevar por nuestras pasiones e impulsos, y dejar que ellos nos conduzcan”. Es, en síntesis, hedonismo puro, ¿y qué repercusiones trae esta corriente a la visión en torno a la institución matrimonial? Infidelidades, libertinaje, y recientemente, un fenómeno que está ganando terreno en la cultura occidental, en especial en Europa: el intercambio de parejas.[3]
  • Martin Lutero.- Para Lutero la naturaleza humana está irremediablemente corrompida. El Pecado original, realidad que admite, corrompió según él la naturaleza humana a tal grado que ya no puede ser restaurada (algo con lo que los católicos diferimos totalmente, puesto que nosotros creemos que Cristo vino a restaurar nuestra amistad y buena relación con Dios, borrando las heridas causadas por el pecado por medio de su sacrificio en la Cruz). Para Lutero, la Gracia cubre la corrupción humana con la misericordia divina, pero no la sana. Para él, el matrimonio es una institución puramente natural, de carácter civil. De Lutero proviene toda desacralización del matrimonio, él y Calvino derivaron en visiones pesimistas de la visión del hombre, por tanto, dentro de esta corriente, se llega a la conclusión que si el matrimonio no es sagrado y es inevitable pecar, entonces será inevitable ser adúltero o violento,  trayendo como consecuencia la práctica del divorcio, muy común en países protestantes, ya que si el matrimonio para ellos tiene solamente una naturaleza civil, entonces el Estado podrá disolver lo que los individuos pactan civilmente.[4]

Para el catolicismo la naturaleza humana es buena, por ser creación, Imagen y Semejanza de Dios, solamente que a raíz del pecado original, la naturaleza humana quedo herida, sin embargo esta herida es sanable, por tanto no podemos dejarnos llevar simple y directamente por nuestros impulsos, sino que necesitamos ser sanados por medio de la Gracia Divina, de tal manera que nosotros somos responsables si pecamos, pero también podemos colaborar con la Gracia en nuestro camino de santificación. Para este camino de Gracia, Cristo instituye los Sacramentos, en los cuales EL actúa a través de los ministros consagrados para la santificación y remedio de la herida del pecado original. Para el caso del matrimonio, la sanación y la santidad son posibles cuando Dios está en el medio, y cuando los esposos se dejan enseñar por Dios a amarse mutuamente.[5]

Para los católicos el matrimonio tiene carácter sagrado, ya que desde las revelaciones del Antiguo Testamento, la obra de la restauración de la humanidad comienza con una familia, la de Noé, continúa y se afianza con el matrimonio formado por Sara y Abraham.

Como conclusión, el matrimonio tiene un origen y finalidad muy profundos, no puede ni debe entonces, quedar al desamparo de la relativización de los valores. Es una vocación, un llamado, y como tal, una responsabilidad de los esposos para llegar lo mejor preparados para ejercer esta vocación y transmitirla a las siguientes generaciones. Es un trayecto de sacrificio amoroso del uno para con el otro, y es un cimiento fundamental para toda sociedad, ahí radica su profundidad e importancia. Los políticos irresponsablemente no han podido – o querido – ver esta profundidad y aprueban leyes que a simple vista no nos van a afectar, pero que en realidad, traen una serie de consecuencias peores que los “males” que se buscaron combatir originalmente. El adulterio detona en problemáticas que no solamente la padecen los esposos, sino también los hijos, y si no somos capaces de ofrecerles un núcleo familiar sólido, amoroso y firme, seguiremos padeciendo todo tipo de problemáticas de las que nos venimos quejando, uno de ellos en particular, la violencia que se vive a causa de la delincuencia organizada, ¿No lo cree usted así?

Ing. Juan Ricardo Solís Mendoza


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